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VICUÑA

La fibra más fina del mundo

Embárcate en un viaje inspirador para descubrir la vicuña, portadora de la fibra más fina del mundo. Desentraña su historia milenaria, comprende el delicado arte de su recolección y sumérgete en los secretos guardados en las alturas andinas.

La Vicuña, una joya preciada de los Andes, destila elegancia en cada hebra de su inigualable fibra. Su pelaje, denso y suave, se jacta de una textura y calidad que la posicionan como la fibra más sublime y delicada del mundo.

Esta inmaculada fibra, considerada la más fina a nivel global, se transforma en el más distinguido de los productos. El proceso de elaboración textil de la Vicuña es una celebración artística, donde la habilidad manual se fusiona con discernimientos agudos y materiales de la más alta selección. Es el resultado de una alquimia entre tradiciones ancestrales, vanguardia estética y la más avanzada tecnología. Cada prenda confeccionada con fibra de Vicuña no sólo evoca elegancia, calidez y una suavidad sin parangón, con una caída impecable y un lustre natural místicamente atractivo, sino que también encapsula la esencia de la naturaleza, la cultura, la innovación y el ingenio creativo.

Es esencial destacar la temporalidad de nuestra colección de Vicuña, ya que su exclusividad y lujo inigualable son fruto de un ciclo de producción meticuloso y respetuoso con la naturaleza, otorgando a cada pieza un valor y carácter únicos.

Gracil y bella criatura

Gracil y bella criatura

La Vicuña es el más pequeño de los camélidos sudamericanos y es, junto al guanaco, una de las dos especies que viven en estado salvaje; tiene una compleja estructura social y habita en las altiplanicies andinas a más de 4000 m.s.n.m.; posee una apariencia frágil y delicada, su pelambre es de tono dorado rojizo, con un mechón blanco cremoso a la altura del pecho; verla desplazarse libre, grácil y elegante, iluminada por un cálido sol andino, es en verdad todo un placer estético, pues se trata de una criatura de proporciones realmente bellas.

Es entonces fácil comprender el por qué las culturas prehispánicas la consideraron una criatura sagrada, a la que nunca se sacrificó para utilizar la fibra, se la esquilaba y ponía nuevamente en libertad, en la celebración del “Chaccu”, ceremonia milenaria de captura y esquila que aún hoy realizan los campesinos del Ande.

La delicada fibra de la vicuña ha sido, desde tiempos inmemoriales, altamente valorada por las culturas andinas. Este preciado material era destinado exclusivamente a la confección de vestimentas imperiales, ya que el Emperador Inca, proclamado hijo del Sol, se engalanaba únicamente con atuendos elaborados a partir de esta excepcional fibra y, según la tradición, cada prenda era utilizada una sola vez.

Con la llegada de los conquistadores al Tahuantinsuyo, conocido como el Imperio Inca, en el siglo XVI, se estimaba que existían más de dos millones de vicuñas en Perú. Estos animales gozaban de un profundo respeto y protección, reflejados en una gestión ejemplar y una armónica convivencia entre el hombre andino y la vicuña, así como con los demás camélidos sudamericanos, constituyendo así uno de sus más preciados tesoros.

Desafortunadamente, una miopía respecto al valor de estos magníficos seres y la introducción masiva de especies foráneas, que trajo consigo enfermedades y la degradación de vastos pastizales, precipitó un declive dramático en su número. En particular, la vicuña sufrió siglos de caza desmedida para aprovechar su fibra, lo que casi lleva a su extinción. Fue solamente en la década de 1960 cuando se emprendió un programa de conservación dirigido a rescatar a esta espléndida especie, esfuerzo que fructificó en la década de 1990, cuando se pudo celebrar su recuperación.

En la actualidad, la vicuña se desplaza libremente por las llanuras andinas; el 80% de la población mundial se encuentra en Perú, dentro de vastas reservas, bajo rigurosas normativas de protección y el resguardo de comunidades andinas. Su exquisita fibra, la más fina del mundo, ha recobrado el reconocimiento en el ámbito de la moda de lujo.

La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) es un tratado global establecido entre gobiernos, con el propósito de asegurar que el comercio internacional de ejemplares de especies silvestres no comprometa su supervivencia. Los Apéndices I, II y III de la Convención clasifican las especies bajo diferentes grados y tipos de protección contra la explotación excesiva.

El Apéndice I de la CITES enumera las especies más amenazadas de extinción, cuyo comercio internacional está en general prohibido. Sin embargo, se contemplan excepciones para propósitos no comerciales como la investigación, siempre que se cuente con las autorizaciones y permisos de importación y exportación correspondientes. Situaciones excepcionales adicionales están contempladas en el Artículo VII de la Convención.

El Apéndice II incluye especies que actualmente no están en peligro, pero que podrían estarlo si su comercio no se controla rigurosamente, y también especies similares. El comercio de estas especies está condicionado a la obtención de un permiso de exportación o un certificado de reexportación, garantizando que este no afectará negativamente su supervivencia en estado silvestre.

Por su parte, el Apéndice III se compone de especies que han sido solicitadas por algún país, con el fin de regular y requerir cooperación internacional para evitar su explotación insostenible o ilegal. El comercio de estas especies está permitido únicamente con la documentación apropiada.

Después de años de esfuerzos comprometidos por parte de las autoridades, las comunidades locales y los comerciantes en pro de su conservación, la vicuña ha sido reclasificada del Apéndice I al II. Este cambio no solo refleja el éxito de las iniciativas de conservación, sino que también marca un capítulo esperanzador para la especie, que alguna vez estuvo al borde de la extinción.

Lo mejor de dos mundos

La utilización de la fibra de Vicuña data de la época pre-inca y para esto, nunca se sacrificó al animal; pues el hombre andino, nunca se sintió poseedor de la Vicuña, la consideraba una dádiva divina para usar sólo su sofisticado vellón.

‍Para su captura y esquila, las antiguas civilizaciones andinas desarrollaron una excepcional técnica que, hoy, a través del tiempo, ha demostrado ser la única efectiva: el Chaccu;

Éste consiste en formar de manera coordinada una enorme cadena humana, que produciendo ruido con diversos instrumentos y banderolas de variados colores y al grito de “Chaccu”, va cerrándose alrededor de las tropillas de Vicuñas, cercando completamente a los animales, para luego esquilarlos en un complejo ritual de agradecimiento, lleno de mística, colorido y magia, por tan preciado regalo de los dioses.

‍Luego las Vicuñas son puestas nuevamente en libertad, sin haber sufrido daño alguno, venciendo así la gran batalla que se libra contra los cazadores furtivos, quienes llegaron a poner a la especie en inminente peligro de extinción.

Recorriendo el Perú, al pie de nevadas cumbres, viendo correr libres las exóticas Vicuñas de pelaje dorado, resulta fácil dar crédito a aquella historia que narran los pastores, esa que dicen haberla oído a sus abuelos, referida al origen de las Vicuñas, aquella que dice así:

‍Hace mucho, mucho tiempo, al principio de la creación, Wiracocha, el creador del universo, observaba con desagrado cómo sus hijos mortales, los runas (hombres), no aprovechaban lo que Él había creado en la Tierra. Ellos desconocían la labor de arar y se cubrían con rudimentarias pieles, limitándose únicamente a la caza y la recolección. Profundamente insatisfecho, decidió tomar medidas drásticas para enseñarles una lección.

Al enterarse de esta situación, un joven auki, un personaje mítico e inmortal, se acercó a Wiracocha y le dijo: "Padre Wiracocha, creador de todo, estas son tus criaturas. Antes de que caiga sobre ellos la furia de tu ira, permíteme ir al Kay Pacha (mundo de los runas) y enseñarles cómo vivir en armonía con las maravillas que has creado para su felicidad". Wiracocha reconoció la sabiduría en las palabras del joven auki y le respondió: “Ve, y una vez que hayas cumplido tu misión, deberás regresar al Hanan Pacha (mundo de los dioses), porque ese es tu lugar. No lo olvides".

El joven auki descendió y se entregó por completo a la tarea de enseñar a los runas. Estos mostraron una gran capacidad de aprendizaje y rápidamente comenzaron a labrar la tierra, cultivando papas, maíz, lúcumas y chirimoyas. También aprendieron a hilar y tejer, cubriendo sus cuerpos con prendas coloridas. Con estas nuevas habilidades, su calidad de vida mejoró significativamente.

‍El tiempo transcurrió y llegó el momento de regresar. Sin embargo, antes de partir, el joven auki deseó ver una última vez su obra. Se dirigió hacia los sembríos y allí encontró a una joven mujer. Ella poseía una figura esbelta y unos ojos hermosos y rasgados. Con suavidad, volteó y miró al joven divino, quien quedó completamente cautivado. El auki se acercó a la encantadora mujer, quien le sonrió y acarició, llenándolo de una alegría nueva e inmensa. Como resultado de este encuentro, ella concibió en su vientre a dos hijos, un niño y una niña. Lamentablemente, el auki olvidó regresar al Hanan Pacha.

‍Wiracocha se enteró de que había sido desobedecido, por lo que ordenó una gran lluvia que destruiría todo lo que se había hecho. Sin embargo, en ese momento se acercaron otros aukis ancianos y dijeron: "Señor Wiracocha, no destruyas lo que ha sido creado por tu hijo y los hombres. Ahora son mejores. Castiga únicamente a aquel que ha olvidado su promesa y permite que el resto te agradezca cada día de su existencia". Wiracocha decidió seguir ese consejo y esperó a que nacieran los hijos fruto de esa desobediencia.

Finalmente llegó el día esperado. Wiracocha, quien había planeado imponer un gran castigo, se detuvo al contemplar la belleza de las criaturas que la mujer había dado a luz. Reconoció en ellas algo grandioso que no merecía ser destruido. Entonces, se le ocurrió una idea: convertir al auki y a su esposa en Apus, majestuosas montañas, y a sus hijos en nuevas criaturas. En estas nuevas creaciones, Wiracocha preservó la gracia y los cautivadores ojos de la mujer, así como el brillo dorado que indicaba su origen divino. De este modo, Wiracocha creó a las Vicuñas. Una vez completada su obra, las dejó en libertad para siempre.

El proceso textil desarrollado a partir de la fibra de Vicuña, es casi como la elaboración de una obra de arte, que ha de ser realizada con insumos preciosos que exigen gran destreza manual y agudeza de los sentidos, por parte de aquellos que intervienen en cada una de sus distintas etapas.

Como contraste y elemento que equilibra dos mundos, por la excepcional finura y corto tamaño de la fibra de Vicuña, el proceso de transformación es realizado empleando la más alta tecnología y conocimiento que existe hoy en la industria textil, para obtener un delicado pero óptimo hilado, que pasará luego al tejido de punto o tejido plano, ambos de sofisticado acabado, para lograr fantásticos productos de excepcional calidad.

El proceso textil desarrollado a partir de la fibra de Vicuña, es casi como la elaboración de una obra de arte, que ha de ser realizada con insumos preciosos que exigen gran destreza manual y agudeza de los sentidos, por parte de aquellos que intervienen en cada una de sus distintas etapas.

Como contraste y elemento que equilibra dos mundos, por la excepcional finura y corto tamaño de la fibra de Vicuña, el proceso de transformación es realizado empleando la más alta tecnología y conocimiento que existe hoy en la industria textil, para obtener un delicado pero óptimo hilado, que pasará luego al tejido de punto o tejido plano, ambos de sofisticado acabado, para lograr fantásticos productos de excepcional calidad.